sábado, 31 de mayo de 2014

Las sorprendentes aventuras del Tunecino y sus extraños compañeros de fatigas (III)

Cinco años antes de la publicación del artículo de Reinares en El País, concretamente el 1 de agosto de 2005, se filtraron al diario ABC los supuestos contactos entre el Tunecino y el GICL. Aunque el artículo tiene algún error, en él se incluyen casi todos los datos contenidos en los informes policiales citados por Reinares y compañía, incluyendo incluso la teoría de la reunión de Estambul entre el GICM y el GICL que aparece en su libro. De momento no quiero entrar en los detalles, salvo los de los nombres de los supuestos interlocutores: Abu Abdullah Sadeq y Ziyad Al Hashim.

Como suele ser frecuente en los casos de terrorismo, encontrar información pública fiable y abundante sobre ambos sujetos es complicado. Por suerte en el caso de Abu Abdullah Sadeq el "destino" quiso que en 2011 fuese uno de los protagonistas de la "revolución" libia contra Gadafi, acaparando la atención de la prensa. Pero nuestra historia tiene que comenzar en los meses anteriores al 11-M.

Al parecer el nombre real de Abu Abdullah Sadeq es Abdelhakim Belhadj (y sus múltiples transliteraciones como Abd Al-Hakim Alkhuwailidi Bil-Hajj o Abd al-Hakim al-Khuwailidi al-Masri Bilhaj). Otros alias que según la policía utilizaba eran Mohamed Ali o Mohamed Bin Ali Moshen. Si alguien ha seguido los enlaces de la entrada anterior quizás haya advertido que Belhadj era un veterano muyahidín y uno de los líderes del GICL. Parece ser que el 11-S y la posterior invasión de Afganistán por parte de EEUU le pilló en Afganistán, por lo que tuvo que refugiarse Irán con varios militantes del GICL, donde fue retenido hasta que le permitieron viajar a China. Según la policía española desde abril de 2004 estaban "bajo arresto domiciliario" en Libia después de haber sido extraditado por el gobierno chino.

Sin embargo la realidad es un poco más incómoda. 

Aunque las fechas no son muy precisas, sabemos por el propio relato de Belhadj  que junto a su mujer residía en algún lugar de China desde mediados de 2003. A principios del año 2004 comienza a sentirse vigilado en China (curiosas las fechas) y temiendo por su seguridad decide solicitar viajar a Londres para solicitar asilo en el Reino Unido. A finales de febrero de 2004 es detenido junto con su mujer en el aeropuerto de Pekín por las autoridades chinas (Belhadj viajaba con pasaporte falso) cuando quería coger un vuelo a Londres. Son retenidos unos días y deportados a Malasia. En Kuala Lumpur son retenidos dos semanas más e interrogados hasta que se les permite viajar a Londres vía Bangkok. Previamente el 1 de marzo los británicos habían comunicado a los servicios secretos libios la situación de Belhadj. En este punto interviene el gobierno americano y le comunica a los libios que Belhadj y su esposa van a viajar el 7 de marzo a Londres vía Bangkok y que están dispuestos a compartir la información que obtengan de él y a entregárselos una vez hayan acabado de interrogarle. Tal y como estaba previsto Belhadj y su esposa son detenidos a su llegada a Bangkok, entregados a unos supuestos agentes americanos y transferidos a una prisión secreta de la CIA, donde son interrogados. Entre el 8 y 9 de marzo son trasladados en uno de los vuelos secretos de la CIA hasta Trípoli, con escala en la base británica de Diego García. Desde el 9 de marzo de 2004 hasta el 23 de marzo de 2010, cuando fue puesto en libertad, en virtud de las negociaciones entre Saif Al Islam Gadafi y el GICL, acontecimiento del que fue testigo Fernando Reinares, Belhadj ha estado preso en la prisión de Tajoura primero, y en Abu Salim a partir de 2008. Su mujer, Fátima Bouchar, fue puesta en libertad en julio de 2004.

Seguramente nunca hubiésemos sabido nada de esto si no es porque en febrero de 2011 se produjo la famosa revolución libia que acabó con el régimen de Gadafi. Belhadj tuvo un importante protagonismo en los combates y fue incluido en el Consejo Militar de Trípoli. La conquista de Trípoli permitió el acceso a documentación sobre las relaciones de los servicios occidentales y Gadafi en el caso del GICL. Estas relaciones tienen su origen en el post 11-S en el que Gadafi cambió su estrategia y negoció en secreto con las potencias occidentales el abandono de sus programas de armamento no convencional y su colaboración en la guerra contra el terrorismo. A cambio consiguió el levantamiento de las sanciones internacionales, escenificada mediante encuentros con algunos líderes europeos, y ayuda en la lucha contra los opositores al régimen, entre otros el GICL, con los intereses petrolíferos siempre en segundo plano (¿o primero?). De cualquier modo la cronología relacionada con la entrega de Belhadj es llamativa. Es la crónica de una detención anunciada, tanto en su fase previa, como en su culminación. Si alguien cree que exagero al sugerir que la detención de Belhadj es el regalo preparatorio para asegurar el éxito del viaje de Blair, debería leer esta comunicación entre un alto cargo del MI6 y el jefe de los servicios libios Musa Kusa. 

Al final el propio Belhadj hizo pública la documentación y se querelló contra el gobierno británico sin éxito, ya que fue desestimada por cuestiones de "seguridad nacional". Toda esta parte de la historia no se menciona en el libro de Fernando Reinares. Sin embargo el protagonismo de Belhadj en la revuelta libia no pasó desapercibido en España y en otros países occidentales, ya que el El Confidencial Digital resucitó el asunto de las llamadas del Tunecino en septiembre de 2011 y la noticia fue seguida por el corresponsal de ABC en Libia Mikel Ayestarán, que incluso consiguió una entrevista con el propio Belhadj. De hecho parece que el repentino interés de ECD por la relación con el Tunecino coincidió con la presentación de los documentos que probaban la cooperación de libios, británicos y americanos en la "guerra sucia contra el terrorismo"

Pero esa es otro historia. ¿O no?




    

Las sorprendentes aventuras del Tunecino y sus extraños compañeros de fatigas (II)

En la anterior entrada dejaba pendiente el analizar las "amistades" libias del Tunecino y a ponerlas en el contexto de las actividades del GICL. Este tipo de análisis se echa en falta en las publicaciones de Fernando Reinares en donde se relata el episodio de esas supuestas llamadas. Entiendo que en el artículo de El País no disponía de espacio para ello, pero sí hubiese podido hacerlo en su libro ¡Matadlos!. En cualquier caso voy a intentar aportar algo más de información que siempre es útil para formar opinión sobre cualquier asunto.

Si uno busca en Internet el Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL) o, mejor aún, su traducción al inglés, Libýan Islamic Fighting Group (LIFG), encontrará muchas reseñas pero, a mi juicio, bastante incompletas. Se trata de un grupo de oposición a Muhamar Gadafi, formado en Libia en la década de los 90 a partir de antiguos combatientes que lucharon en Afganistán contra la invasión soviética. El grupo pretendía el derrocamiento de Gadafi mediante la lucha armada y protagonizaron algunos atentados contra el dictador libio. Debido a la presión militar tras los intentos de magnicidio se vieron obligados a abandonar el país y refugiarse en Sudán, junto a Bin Laden, y posteriormente en Afganistán/Pakistán, hasta que el 11-S y la invasión americana les forzó de nuevo a buscar refugio en otros países.

Por lo tanto se trata de un grupo islamista partidario de la lucha armada, muchos de cuyos miembros y fundadores combatieron junto a los talibanes durante la invasión soviética y después, coincidiendo con elementos de Al Qaeda. Durante años han compartido campamentos y al parecer han mantenido contacto y relaciones personales incluso con el mismo Bin Laden. A eso le podemos añadir que tras el 11-S fue incluido por la ONU en la lista de organizaciones terroristas y que al parecer también mantenía relación con el Grupo Islámico Combatiente Marroquí.  Hasta aquí todo correcto.

Pero en la vida real las cosas no siempre son blancas o negras. La historia del GICL tiene bastantes lagunas, ambigüedades y unos cuantos episodios oscuros. A pesar de ser un grupo islamista y de haber entrenado y combatido en Afganistán con los talibanes y Al Qaeda antes del 11-S, el objetivo principal y prácticamente único del GICL es el derrocamiento de Gadafi por la fuerza de las armas. Precisamente las acciones violentas que se atribuyen al GICL se han producido en el interior de Libia y han consistido en ataques contra las fuerzas de seguridad libias e intentos de atentado contra el dictador. No se han caracterizado por realizar atentados contra civiles, ni se les conocen acciones de consideración fuera del territorio libio. Es decir, no comparten la estrategia de atentados indiscriminados de Al Qaeda y asociados, e incluso han llegado a oponerse abiertamente a esa forma de interpretar la yihad. En cualquier caso para todo aquel que tenga interés es el propio Noman Benotman (o Ben Othman), el interlocutor y fuente de Reinares en relación a la llamada de Leganés, el que explica la trayectoria del GICL en esta entrevista.

De hecho es más que probable que al ser un grupo opositor a Gadafi hayan sido apoyados durante un tiempo por Estados Unidos y Gran Bretaña. De hecho un ex agente del MI5 británico, David Shayler, reveló que el MI6 había apoyado un atentado del GICL contra Gadafi en 1996. Aunque el gobierno británico negó cualquier relación con el atentado y David Shayler tampoco es la más creíble de las fuentes, sí que tiene sentido que haya existido algún tipo de relación entre los servicios de inteligencia y el GICL. El tratamiento que se le ha dado al GICL ha variado en función de la evolución de la relaciones internacionales con el régimen de Gadafi .A pesar de aparecer en los listados de la ONU en relación a las organizaciones que colaboraban con los talibanes, no fue hasta finales de 2004 cuando el Departamento de Estado de EEUU incluyó al GICL entre los grupos terroristas extranjeros. Igualmente no fue hasta octubre de 2005 cuando el Reino Unido prohibió todas las actividades del GICL y procedió sistemáticamente a detener a la mayoría de sus miembros residentes en suelo británico.

En resumen, el GICL es sin duda un grupo yihadista o islamista cuyo objetivo principal y único era el derrocamiento de Gadafi. Sin embargo todos los datos y testimonios, incluido el de la fuente de Reinares, Noman Benotman, coinciden en que no han participado en acciones terroristas "alqaedistas". Al contrario, hay bastantes indicios de que no han apoyado la estrategia de Bin Laden e incluso se han opuesto públicamente a ella.

Personalmente me resultan un tanto extrañas esas misteriosas relaciones entre una persona que está preparando un macroatentado de inspiración claramente "alqaedista", el Tunecino, y un grupo yihadista, el GICL, que se ha desvinculado reiteradas veces de la estrategia de Bin Laden. ¿Acaso no había otros terroristas más afines a Al Qaeda con los que relacionarse?

Es el momento de dar otro salto en esta historia y prestar atención a las identidades de los supuestos interlocutores del Tunecino.

domingo, 11 de mayo de 2014

Las sorprendentes aventuras del Tunecino y sus extraños compañeros de fatigas (I)

El 29 de abril de 2010 Fernando Reinares escribió un artículo en el diario El País titulado Las amistades libias de El Tunecino. El artículo se centra en la supuesta relación existente entre Serhane Abdelmajid Facket, El Tunecino, y algunos miembros del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL en adelante). El contenido del artículo ha sido incluido en el libro ¡Matadlos! sin apenas variaciones.

En el artículo se menciona sucintamente que en el sumario del 11-M existía un indicio de un vínculo entre Abdelhakim Belhadj, miembro del GICL, y el Tunecino, y la obtención por parte de Fernando Reinares de testimonios directos que lo corroborarían. En el libro reproduce la misma historia en las páginas 156 a 159 sin añadir gran cosa al artículo original. 

A estas alturas no nos debería sorprender nada en relación con el Tunecino porque en el sumario podemos encontrar indicios de cosas más sorprendentes. Por ejemplo que El Tunecino denunció en 2001 haber recibido un sobre con ántrax en Madrid, tal y como contó Luis del Pino. O la no menos sorprendente carta en la que niega relación alguna con tramas de blanqueo de dinero relacionadas con el tráfico de droga, la diplomacia y la financiación del terrorismo que se describe en el artículo de este blog y en sucesivas entradas.

Es difícil negar la existencia de la relación que describe Reinares, puesto que es cierto que existe ese informe policial, elaborado con contribuciones de distintos servicios de seguridad extranjeros, incluido en la documentación judicial del 11-M (Tomo 141, folio 52.051 y ss.). Y el propio Reinares ha obtenido testimonios de primera mano que confirmarían esa relación. Sin embargo, cuando uno lleva tanto tiempo siguiendo este tipo de noticias, es difícil no leerlas sin sentir cierta desazón. Y si uno se encuentra con determinados relatos, acaba buscándole tres pies al gato.

El más obvio es la afirmación que se hace, tanto en el artículo como en el libro, a que El Tunecino, minutos antes de suicidarse en Leganés, contactó por teléfono con otro destacado miembro de la misma organización [GICL] que se encontraba en Londres.

Como destacó en su día mi amigo Duerobajo en su blog Diálogos del Duero, a Reinares le están confirmando la existencia de una llamada que es imposible que existiese en la fecha que dice. Para los detalles me remito al blog citado, pero se resume en que el tribunal no incluye en la sentencia del 11-M ninguna llamada a Londres (a pesar de que alguien se lo coló inicialmente pero se rectificó a posteriori). Es chocante la carga dramatismo (minutos antes de suicidarse en Leganés) e impropia de un académico que, como experto en terrorismo y en el 11-M, debería saber que no se pudo producir cuando él dice. Otro caso más de ausencia de contraste y contradicción de las fuentes usadas. La llamada pudo existir, no tengo forma de afirmar lo contrario, pero en fecha anterior al 3 de abril de 2004.   

Entraré en detalle con el tema de las llamadas a Londres en próximas entradas, porque creo que hay datos que merece la pena destacar y que nos pueden dar nuevas perspectivas sobre éstas y otras cuestiones. Pero antes le dedicaré espacio a analizar a esos extraños compañeros de fatigas del Tunecino, el GICL. Algo que he echado en falta en el libro de Reinares, aunque imagino por qué.